Como parte de esta condición, tenemos momentos donde las fuerzas nos abandonan y sentimos que la enfermedad avanza. El cuerpo no reacciona normalmente y tenemos mucha debilidad en los brazos y piernas. Comer y hasta respirar se dificulta. Lo que antes era algo fácil de hacer ahora representa mucho esfuerzo y dolor muscular o simplemente no podemos hacerlo. Eso es suficiente razón para sentirse frustrado o deprimido. Entonces recurrimos a nuestra fe en Dios y nuestra confianza adquiere nueva fuerza. Se hacen realidad las promesas de Jesucristo de estar con nosotros hasta el fin y ayudarnos en todo lo que acontece. Es este el mejor momento para confiar en Dios.
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