Ayer mientras me encontraba desayunado junto a mi esposa en un restaurante, sentí una picada en un muslo y vi una abeja moribunda que daba vueltas en el piso. Me había picado y ahora moría. La abeja dio su vida al picarme.
Esto me hizo pensar que Jesús, el Hijo de Dios, murió para darme y darnos vida, sin tener la necesidad de hacerlo, lo hizo por amor. Solo que Él resucitó, subió al cielo, está a la diestra de Dios y un día vendrá por nosotros o nosotros iremos a Él.
Entonces recordé lo que mi hijo me dijo y que Dios usa las experiencias de la vida para enseñarnos de su amor y misericordia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario